Uno de los objetivos claros sobre los que construimos Sin Medida Teatro es hacer todo lo posible para llevar al teatro a la gente que no va al teatro. Sobre todo en los jóvenes, hay un sentimiento negativo que circula alrededor del arte dramático, parece algo arcaico, antiguo, pesado, de viejos, de óperas y grandes declamaciones. Pero la realidad es que hay una instantaneidad y una presencia abismal en el teatro, e inyectando las tablas con estímulos, nuevos códigos, textos frescos y eléctricos, herramientas que vayan más allá del escenario (como pueden ser medios audiovisuales) y grandes actores que pongan en palabra y gestos sentimientos y frustraciones con las que el público moderno se identifique, puedes llegar a romper esa dura pero fina barrera de escepticismo. El teatro es divertido, es dinámico, es humano, es mortal, es doloroso y eufórico y, cómo la vida misma, no tiene medida.